El día Viernes 12 de Octubre de 1492 marcaría el inicio de un cambio profundo y largo para la Historia Universal. Una expedición comandada por Cristóbal Colón había salido de España con la intención de circunnavegar el globo y encontrar una ruta a las Indias orientales completamente opuesta a la habitual. Y si bien Colón creyó haber tenido éxito cuando desembarcó en las Antillas, el tiempo se encargaría de demostrar que adonde había arribado
era a un nuevo continente, desconocido hasta entonces para los pueblos europeos.
De este desconocimiento se derivó el nombre habitual con el que los historiadores se refirieron a este hecho y a los posteriores: el descubrimiento de América. Sin embargo, pronto quedó claro que lo que vino después de ese descubrimiento fue una invasión militar y una conquista especialmente virulenta, que acabó con la aniquilación de numerosos pueblos indígenas y la desaparición de las tres grandes culturas precolombinas: la azteca, la maya y la inca.
Como no podía ser de otra, semejante torrente de acontecimientos inspiró un numeroso conjunto de libros y descripciones que en su mayoría han sido categorizadas como “crónicas” (y sus autores como “cronistas”). Algunas de ellas fueron meras descripciones de las tierras a las que los conquistadores iban llegando. Otras daban cuenta de los pueblos que encontraban, sus costumbres y tradiciones. Poco a poco, cuando la cuestión colonial fue ganando en importancia y los propios españoles se dieron cuenta de la magnitud del “descubrimiento”, las crónicas se empezaron a tornar en alegatos políticos a favor o en contra de determinadas actuaciones.
La literatura de la conquista es, pues, este acervo literario producido en su mayor parte por los españoles y europeos que llegaron a América en la primera etapa de la conquista. El primero, sin duda, fue el propio Cristóbal Colón, que escribió un diario desde su salida del puerto de Palos de la Frontera hasta su llegada al posteriormente llamado “Nuevo Mundo”.
Algunos de los famoso cronistas fueron Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que da cuenta de su llegada las cataratas del Iguazú (se considera que fue el primer europeo en llegar allí), Bernal Díaz del Castillo, Garcilaso de la Vega, Felipe Guamán Poma de Ayala y Fray Bartolomé de las Casas, que con su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” inauguró el género al que antes hacíamos referencia como la crónica política, abogando claramente por dar a los nativos un trato más civilizado.
La literatura de la conquista ha dado a lugar a una polémica, en torno a si ésta se puede considerar literatura colombiana, en cuanto no fue escrita por criollos sino por españoles de nacimiento, pero que escribieron sobre el nuevo territorio, caso de Jiménez de Quesada. Al respecto, Gómez Restrepo afirma que la verdadera afición de Jiménez de Quesada “…eran las letras. Amaba la poesía, como la han amado los colombianos; y escribió numerosos libros, que por sus solos títulos dan idea de la variedad de sus aptitudes. El tipo militar hombre de letras es familiar en Colombia”.
La literatura de la conquista narra principalmente los hechos y acontecimientos que se dieron durante todo el proceso de arribo de los españoles a los nuevos territorios. Jiménez de Quesada refiere su propia conquista prefiriendo el género de la crónica al de la poesía, lo que indica, según Gómez Restrepo, que está más vinculado culturalmente a la literatura de la Edad Media española que al Renacimiento.
Otros españoles vieron en los hechos y acontecimientos de la conquista, más que material cronístico, material poético. La forma más adecuada para narrar las grandes hazañas de los conquistadores fue la poesía heroica. Juan de Castellanos es el más ilustrativo de esta tendencia, receptor de la influencia de Alonso de Ercilla, quien había cultivado la poesía heroica ceñida a los acontecimientos históricos. Gómez Restrepo añade que Castellanos se puede catalogar como un escritor de la edad de oro española, a pesar de estar distante de la Europa “civilizada”. Se dedicó “…con paciencia inaudita a levantar una de las más formidables moles de versos que existen en la literatura castellana” . Poéticamente, Castellanos consignó sus recuerdos de la Conquista y las noticias de individuos que tuvieron la oportunidad de conocer a Colón, lo que le permitió recrear la figura y las hazañas del descubridor y conquistador. Las Elegías de los varones ilustres de Indias, su obra insigne, fue redactada, primero en prosa y luego pasada al verso, esto último por influencia del ya mencionado Ercilla. Aunque Gómez Restrepo no hace una definición explícita del concepto Literatura de la Conquista, implícitamente da entender que hay un fenómeno literario conexo a la conquista, al plantear que la literatura colombiana nace con el descubrimiento del Nuevo Reino de Granada, y que el Descubrimiento fue un hecho poético.
Nicolás Bayona Posada destaca, refiriéndose a los hechos de Conquista en el territorio de la Nueva Granada, que ésta no se llevó a cabo por filósofos o poetas que fueran capaces de hacer una obra que captara el momento estelar de la humanidad y marcara el rumbo de la literatura universal como lo exigían los acontecimientos del momento. Según Bayona Posada “Quienes vinieron a este país fueron los misioneros generosos, empeñados tan sólo en aprender las lenguas de los indios para cristianizarlos, o los aventureros atrevidos –amamantados con libros de caballería– a quienes importaba cuando más dejar relación de sus hazañas” relación que aparecía en forma de crónica. De este modo, las obras de la Conquista pueden ser estudiadas tanto desde el punto de vista literario como desde punto de visto histórico. Aunque, como reitera Bayona, evaluar las crónicas desde el punto de vista estético implicaría una valoración negativa, exceptuando las de Quesada y Castellanos, autores a los cuales se reduce la producción literaria, estrictamente hablando, de la época. Este autor hace hincapié en la baja calidad literaria del periodo, no obstante, en su libro define un acápite con el rótulo de literatura de la Conquista.
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